EN FUNCIÓN DE CÓMO ESTEMOS RECORRIENDO EL
CAMINO HACIA LA ELECCIÓN
DE UN FUTURO PRESIDENTE NOS CONVERTIREMOS
EN UN PAÍS U EN OTRO
Cuando hace ya siete meses empezamos este
proyecto de zumbados con aires rimbombantes uno de los primeros pasos que se
dieron fue la creación de un calendario. Las fechas y el contenido se han ido
actualizando según los acontecimientos de los últimos meses. En nuestro ‘excel’
anoté que para mi artículo de septiembre ya habría un gobierno y un servidor,
el servidor de todos, podría empezar a hablar sobre temas ya más puntuales.
Pues nada, la cosa sigue igual –trescientos no sé cuántos días después– y ya
son muchos los comentarios sobre el estado general de la política española.
No obstante, voy esbozar dos dibujos. En el
primero se ve el futuro, uno en el cual hay un presidente, un gobierno y una
oposición. Vuelve la normalidad y salvo conjura multipartido se aguantan dos
añitos antes de la primera moción de censura. Tanto sabemos del futuro que
incluso aquí en el blog me atreví a lanzar cuáles serán los principales retos del
próximo Gobierno. El segundo dibujo es el presente donde podemos apreciar
muchas incógnitas y algunas certezas. Seguimos sin Ejecutivo, no hay soluciones
en el horizonte y cada día que pasa el tiempo juega más en nuestra contra.
Sabemos dónde estamos y donde vamos a estar. Pero… ¿Alguien sabe cómo vamos a llegar a esa primera
escena que hemos comentado?
La idea que me gustaría transmitir hoy es
que, en función de cómo estemos recorriendo ese camino hacia la elección de un
presidente, nos convertiremos en un país u en otro. Es indudable que España y
los españoles hemos cambiado desde el 20D. El
bipartidismo es cosa del pasado y la popular “nueva política” se sienta ya en
los escaños. Hemos cambiado como también lo ha hecho una realidad poco
apreciada por la opinión pública: la
vuelta a las dos Españas. Cuando en 2008 años Zetapé fue proclamado Presidente
en la segunda votación de la investidura con
168 votos, hasta seis partidos se abstuvieron (IU, CiU, PNV, BNG, CC y NB) y 23
diputados optaron por un voto “neutral”. Apenas ocho años después no hay siquiera un partido o una señoría
dispuesta a abstenerse. Todo llega después de unas duras negociaciones de
pacto que o bien se convierten en el acontecimiento más
importante del año o duran menos que
el Chapo Guzmán en la cárcel. ¿Hemos vuelto al todos contra todos? Da la
sensación de que a más partidos (¿más democracia?), menos entendimiento. El
ejemplo más reciente es el auténtico caos organizacional que vive Podemos en Galicia. En una entrevista del
domingo Rivera decía en El Correo que un supuesto tri partito de las fuerzas
del cambio “sería pura ciencia ficción política”. Añade que “la amalgama de
partidos que no han ganado las elecciones sumados a formaciones
independentistas, en total 44 fuerzas, no dan para constituir un Gobierno
viable”.
Da la sensación de que a más partidos, menos entendimiento |
Resulta necesario dar un paso atrás para
contemplar toda la realidad. Y cuando yo doy ese paso inevitablemente desconfío
del sistema democrático. Os ruego que no interpretéis en mis palabras una
preferencia por otro modelo, ni mucho menos. Mi apuesta siegue siendo por el
sistema menos malo de todos. Pero estamos padeciendo en estos días todos los
males democráticos posibles. Las dobles lecturas de los resultados, el
tetrapartidismo, los vetos y los noes, etc. Las legitimidades originadas de distintos procesos son muy peligrosas
y confiar en ellas puede desencadenar terribles problemas. Termino con dos
casos.
El primero es la ridícula obsesión que
existe por la democratización interna compulsiva de los partidos en formato
primarias. Me parece una auténtica locura que C’s llegara a ponerlo como
condición para el apoyo a Cifuentes en Madrid. Las primarias hacen al candidato
elegido más legítimo, pero no mejor. Y si no, preguntadle a los militantes
socialistas que eligieron a Sánchez. Por otro lado, y como demostración del
margen de error de la legitimidad, los Pactos de Estado. Con motivo de los
acuerdos pre-investidura que hemos visto en los últimos 6 meses la Educación ha
sido la mejor excusa para buscar puntos de encuentro. La conocida lacra que
siempre han arrastrado los variados sistemas educativos españoles da la
oportunidad, ahora, de firmar un gran pacto de estado para solucionar este
problema. Pero no se puede caer en la idea de que cualquier pacto por muy
multitudinario que sea traerá beneficios sí o sí. A ver quién es el listo que
dentro de unos años cancela ese pacto por la educación porque sigue arrastrando
malos resultados. ¿Tendría el deber moral otro gobierno de intentar una
alternativa a un sistema perjudicial pero pactado por todos?. Ya lo he dicho en alguna ocasión: no podemos encumbrar cualquier acuerdo por
el mero hecho de haber sido consensuado.
Este es por tanto el mensaje: cuidado con
quién decidimos ser y en qué tipo de país nos queremos convertir. Identificar
pluralidad con tolerancia puede ser arriesgado, a las pruebas me remito.
Identificar acuerdo con beneficio, también lo puede ser. Y si juntamos ambos planteamientos
nos vamos directos al Día 1 del próximo presidente de gobierno de España, donde
se va a encontrar un parlamento duro donde descubrir qué es lo que España y los españoles necesitamos
a largo plazo será muy complicado.
Julio Wais
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