El Ala Oeste de la Moncloa: julio 2016

lunes, 25 de julio de 2016

La incertidumbre incomprensible

SE HAN VUELTO A REPARTIR CARTAS Y EL RESULTADO POLÍTICO VUELVE A SER EL MISMO:
LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EXIGE ENTENDIMIENTO Y NO QUIERE MAYORÍAS ABSOLUTAS

España tiene una sociedad envidiable, sabe convivir de una manera ejemplar pese a los distintos planteamientos ideológicos, pese a haber sufrido una situación económica límite. Una sociedad con una de las tasas de criminalidad más bajas de Europa (44 infracciones por cada 1.000 habitantes), que sabe poner tierra de por medio en las diferencias y mantenerse cohesionada. Una realidad social envidiable, la cual, como han reflejado mis compañeros Guillermo González (Ministro de Industria, Energía y Turismo) y Carlos Pérez (Ministro de Educación, Cultura y Deporte), resulta tan atractiva que España ha conseguido posicionarse como uno de los destinos favoritos a nivel mundial para disfrutar de las vacaciones. Sin olvidarnos de nuestro patrimonio natural, cultural, e histórico, es evidente que el carisma de nuestra sociedad es un imán tan potente como los otros.

Esta situación social que hace que millones de turistas vengan a disfrutar de sus ahorros en nuestro admirable país, parece totalmente desconocida en el Congreso de los Diputados.

Hoy 25 de julio, día de nuestro patrón Santiago Apostol, los líderes políticos siguen en el vestuario discutiendo cual será el once titular de esta nueva legislatura. Llevamos un mes desde las elecciones y persiste la sensación de que nuestros principales partidos no van a conseguir cerrar un pacto que se adapte a las demandas requeridas por el pueblo español en las urnas ni a las necesidades de España en el medio plazo.

La decepción general de la sociedad no puede ser mayor: las cartas están repartidas, ¡jueguen con lo que les ha tocado!
Nuestros representantes no están siendo capaces de plasmar el entendimiento de nuestra sociedad en un primer pacto de puntos clave. Un entendimiento social que se da a diario y es rutina en todos los planos de nuestra sociedad, y que de manera incomprensible nuestros políticos no están consiguiendo alcanzar. La decepción general de la sociedad no puede ser mayor: las cartas están repartidas, ¡jueguen con lo que les ha tocado! Ya se rompió la baraja hace unos meses, se ha vuelto a repartir y el resultado vuelve a ser el mismo: La sociedad española exige entendimiento y no quiere mayorías absolutas.

Mientras la reunión de los vestuarios continua, el tiempo corre y el partido se sigue jugando. Un partido marcado por la tensa situación que vivimos a nivelinternacional, como apuntaba el pasado viernes mi compañero de gabinete Luis Miguel Melián (Exteriores y Cooperación), por el radicalismo islámico en auge (los atentados terroristas ya no son ni portada), por el creciente populismo en occidente, y el ya real Brexit, hazaña histórica del ex primer ministro, David Cameron.

Causa y consecuencia de la inestabilidad en el panorama político social internacional es la inconcluyente salida de la crisis económica, que a nivel nacional se traduce en una bolsa a la baja (IBEX-35 cae un 11% desde el 20D), una deuda pública batiendo marcas (1,09 billones de €, un 100,5% del PIB), y en un desempleo del 19,8% (situación que ha mejorado, pero que claramente es muy mejorable).

España necesita que el entendimiento entre los grandes partidos se dé, un entendimiento que mostraría madurez y solidez ante los españoles, y ante la comunidad internacional. Dejando de ser la gobernabilidad de España una incertidumbre que lastra a toda la sociedad, y siendo el pacto de estado que se alcance un principio de solución a los grandes problemas nacionales e internacionales a los que hay que hacer frente en la compleja situación actual.

Jorge Gancedo

viernes, 22 de julio de 2016

Inestabilidad e indefinición; dos elementos que no podemos permitirnos

TURQUÍA HASTA HACE POCO ERA NUESTRO “AMIGO MUSULMÁN”,
ESE QUE NOS HACÍA CREER QUE LA RAMA MODERADA DE LOS
HERMANOS MUSULMANES ERA UN SOCIO DE CONFIANZA

Ayer, jueves 21 de julio, el excéntrico y polémico magnate Donald Trump era nombrado oficialmente candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos. El jueves 23 de junio se confirmaban los peores augurios y Reino Unido tomaba la decisión de abandonar la Unión Europea. El 14 de julio Francia volvía a sufrir uno de sus peores atentados terroristas donde perdían la vida casi cien personas. Ayer conocíamos la noticia de la desarticulación de un grupo que pretendía atentar en los Juegos de Rio. En clave interna, el 26 de junio tuvieron lugar las segundas elecciones generales en nuestro país en un plazo de seis meses, y casi cuatro semanas después nos encontramos en la misma situación de bloqueo institucional en de hace menos de un año. Todo esto ha ayudado a crear un ambiente de inestabilidad política como pocas veces se recuerda, pero el centro de toda esta incertidumbre, a día de hoy, se encuentra en Ankara, Turquía.

Turquía es un país de una complejidad y riqueza cultural a partes iguales. Históricamente siempre ha sido un país clave para entender la geopolítica. Desde que en el 331 a.C. el Imperio Persa de Darío III cayera finalmente en la batalla de Gaugamela a manos de Alejandro Magno este territorio siempre ha supuesto la unión cultural, militar y comercial entre Occidente y Oriente. La participación del Imperio Otomano continuó siendo clave en varios escenarios de política internacional, así como en la Primera Guerra Mundial, o en la Guerra Fría, aliándose con los occidentales para hacer caer al Telón de Acero.

A día de hoy Turquía es un país muy distinto a todos estos, e incluso a lo que fue hace no tanto tiempo; sin embargo, sigue siendo una de las principales potencias a nivel mundial. Actualmente no solo es el segundo ejército más importante de la OTAN, es el principal aliado de Estados Unidos en Oriente Próximo, después de Israel, y esa condición de supuesto colaborador, en el área más complicada a día de hoy para los intereses de los yanquis, es lo que la convierte en un auténtico quebradero de cabeza para el resto de occidente, y en concreto para la Unión Europea.

 O adoptamos una postura más definida o al final no sabremos quienes son nuestros enemigos ni nuestros aliados
.
El pasado 15 de Julio una facción del ejército turco llevo a cabo una sublevación con el fin de derrocar al gobierno de Tayyip Erdogan e instalar un gobierno de carácter “secular”. Finalmente estos militares no triunfaron en sus pretensiones, y en una maniobra de inesperada urgencia por parte del actual presidente turco, se ha llevado a cabo una de las mayores purgas políticas de los últimos tiempos. Lo cual nos invita a replantearnos la total credibilidad, inicialmente admitida, de este golpe de estado fallido. A esta hora ya se ha producido la destitución de 262 jueces y fiscales y el procesamiento de 99 generales, y además se estima que indirectamente la purga ha afectado aproximadamente a 60.000 personas.

Al margen de creernos o no el supuesto golpe de estado, la pasividad con la que están actuando las instituciones europeas y americanas al respecto de este conflicto, es cuanto menos vergonzosa, pues pone de manifiesto la profunda contradicción en la que nuestros líderes caen con preocupante frecuencia. Turquía hasta hace poco era el gran aliado de Europa como muro de contención de las milicias yihadistas al norte de Siria. Era nuestro “amigo musulmán”, ese que nos hacía creer que la rama moderada de los Hermanos Musulmanes era un socio de confianza, tanto que nos hemos estado planteando todos estos años si le permitimos o no la entrada en la Unión Europea. Sin embargo, la tendente radicalización musulmana a la que Erdogan ha sometido a su pueblo, y sobre todo las demostradas conexiones políticas y económicas del gobierno de este con el ISIS no han supuesto un cambio de discurso por parte de ningún líder político occidental.

Es cierto que en estos casos la diplomacia y la tranquilidad deben imperar, sin embargo, no es menos cierto que Erdogan es cada vez más una amenaza para las libertades de Occidente, y mientras tenemos en la Casa Blanca al peor estadista político de las últimas décadas, que condena la Guerra de Irak contra Sadam pero que no tiene miramientos en apoyar un ataque de la OTAN contra Gadafi, que no actúa contra al-Assad cuando gasea a su pueblo por miedo a la radicalización de la oposición pero que arma y financia al frente Al-Nusra al norte de Siria. Y al mismo tiempo que vemos como resurgen posturas populistas en varios países, es hora de que España asuma de una vez un papel clarificador en todas estas materias y comience a posicionarse, ya que ello puede conllevar indirectamente un posicionamiento de toda la comunidad occidental. O adoptamos una postura más definida o al final no sabremos quienes son nuestros enemigos ni nuestros aliados, ni que principios o valores queremos defender.

Luis Miguel Melián

martes, 19 de julio de 2016

España realiza el primer trasplante de piel con células autólogas

LA TÉCNICA ES PIONERA EN EL ÁMBITO INTERNACIONAL, Y
PERMITE MEJORAR EL PRONÓSTICO HASTA AHORA INFAUSTO
DE PACIENTES QUE REQUIEREN DICHO TRASPLANTE

En momentos dónde el panorama es tan convulso y de tanta incertidumbre como el que nos encontramos, con noticias alarmantes sobre nuestro futuro inminente, y los comentarios negativos que día a día observamos en los medios de comunicación, me permito el derecho de hacer un pequeño paréntesis, e intentar acercarles uno de tantos pequeños “milagros” que día a día suceden y pasan desapercibidos. ¿Han oído hablar de uno de los mayores avances en el campo de los trasplantes utilizando células del propio paciente mediante ingeniería tisular? Haciendo gala de una de las características más enraizadas de los españoles, por la cual subestimamos nuestro potencial más que cualquier enemigo que tengamos, podríamos pensar que este avance ha debido realizarse en uno de los grandes centros de investigación norteamericanos. Sin embargo, créanme cundo les digo, que ha sido un grupo de españoles (concretamente médicos e investigadores de los hospitales de Sevilla y Granada) los que han llevado a cabo dicha actuación.

Podríamos pensar que este avance ha tenido lugar en un gran centro de investigación norteamericano

Imagínense que, por cualquier desgracia, sufren quemaduras en la mayoría de su cuerpo. Hasta ahora, se realizaban injertos de piel de donantes fallecidos y por lo cual, el pronóstico era infausto debido a las numerosas complicaciones que se podían dar (una de las más importantes el rechazo tisular que requería tratar al paciente con fármacos inmunosupresores y por tanto aumentaba también el riesgo de infecciones).

Sin embargo, todo ha cambiado desde que un grupo de profesionales decidieron dar un giro al pronóstico de estos pacientes. Es pronto todavía, debemos observar la evolución y hacer estudios a mayor escala, pero todos los indicios apuntan a otro hito en la medicina. Como siempre es la gente de a pie quien luchando con una ineficaz burocracia y una estructura que penaliza el riesgo, consigue resultados como estos. Este tipo de noticia debería copar las portadas de todos los diarios nacionales. Marca España de calidad.

Les invito a conocer más sobre el tema.

Miguel Ángel Rojas

viernes, 15 de julio de 2016

España y Chile: Una amistad más allá de los Andes

LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y CHILE GOZAN HOY DE UNA MAGNIFICA
SALUD, Y POR ELLO HAY QUE BRINDAR POR LA HISTORIA QUE LOS UNE,
POR EL PRESENTE QUE LES MOTIVA Y POR EL FUTURO QUE LES DEPARA

En una carta escrita por Miguel de Unamuno a su amigo José Luis Ross Mujica, periodista chileno y cónsul de su país en España a principios del siglo XX, le indicaba que habían existido dos grandes proezas mundiales que el pueblo vasco podía atribuirse orgullosamente. Una de ellas, como no, era la constitución de la Compañía de Jesús por San Ignacio de Loyola, y la otra, la República de Chile.

Al igual que ocurre con el resto de los países Iberoamericanos, Chile comparte con la Madre Patria fuertes lazos históricos, culturales, religiosos, lingüísticos, culinarios y, ante todo, familiares. Como hijo de padre español y madre chilena, puedo dar fe de elloHoy en día basta con preguntar a un chileno por su apellido para comprobarlo. Larraín, Errazuriz o Eyzaguirre forman parte de la innumerable herencia heráldica que España, y más concretamente el País Vasco, ha dado al pueblo chileno. Esa herencia también se ha reflejado en el folclore. Es difícil tarea diferenciar la indumentaria de un traje campero jerezano con la de un huaso chileno, la empanadilla gallega con la empanada de pino chilena e incluso, aunque menos evidente, la jota aragonesa y andaluza con la cueca.

El buen y estable desempeño de la economía chilena durante los últimos años, los bajos índices de desempleo, siendo un referente en la región y la negativa coyuntura económica que atravesó España hasta el año 2012 han posicionado a Chile como el cuarto país con mayor número de Españoles residentes en el extranjero dentro de Iberoamérica, con un total de 62,000 personas.

Chile, país de extremos de norte a sur, bordeado al este por la colosal cordillera de los Andes; aislado al norte por uno de los desiertos más áridos del mundo, el Atacama; inundado al sur por sus extensos lagos, gélidos glaciares patagónicos y activos volcanes; y refrescado al poniente con el vasto Océano Pacífico, no se ha mostrado impasible frente al aislamiento que su geografía le ha impuesto con el resto del mundo.

Esa fuerte herencia con España han hecho de Chile un perfecto aliado comercial y político en Iberoamérica, al igual que Chile ha encontrado en España un fuerte aliado para sus intereses en Europa. Según palabras de S.M el rey Juan Carlos en su visita a Chile en 2012: “Podéis contar con que España seguirá siendo el mejor defensor de los intereses Chilenos en la UE”.

España ha actuado como un sólido pilar sobre el que se ha cimentado la economía chilena
España ha actuado como un sólido pilar sobre el que se ha cimentado el desarrollo de la economía chilena durante las últimas dos décadas. Chile ha conseguido atraer, gracias a su sólido sistema judicial y amigable sistema tributario, un sólido y comprometido flujo de inversión extranjera, principalmente procedente de empresas españolas hacia sectores tan dispares como la industria energética, telecomunicaciones, infraestructuras o servicios financieros. Según el Banco Central de Chile, España se ha situado como tercer inversor extranjero en términos de Stock de Inversión Extranjera Directa con 19.638 millones de dólares, precedida por Estados Unidos, con un stock de 35.813 millones de dólares, y por Países Bajos con 23.436 millones de USD. En cuanto a flujos de inversión, durante 2014, España invirtió en Chile alrededor de 3.200 millones de dólares situándose como el segundo inversor con el 31% de las inversiones del periodo, por detrás de EEUU, que alcanzó los 6.804 millones. Es por eso que cuando uno circula por alguna autopista chilena, avista en el paisaje algún molino de viento, llama a través del móvil, retira dinero del cajero, paga la luz y el gas, la marca España se encuentre fuertemente presente.

Afirmar que la actividad empresarial española en el extranjero, y más concretamente en Iberoamérica, es el principal exponente de que España es una potencia internacional que ha contribuido al desarrollo de dichas regiones, no es ningún disparate. Tal y como EE.UU ha influido en la forma de vida de la sociedad actual a través del cine o la música, España ha influido a través de infraestructuras, la gastronomía, la telefonía o la energía, debiendo ser motivo de satisfacción para todos los españoles.

Chile ha dado la espalda a su geografía aislacionista, rescatando de su herencia española ese espíritu aventurero para conquistar una mayor prosperidad económica y social a través de tratados de libre comercio y alianzas estratégicas con varios bloques económicos, tal y como se ha reflejado recientemente a través de la firma para la creación de la mayor zona de libre comercio del mundo o la creación de la Alianza del Pacífico de la que España, por cierto, participa como miembro observador.

España debe aprovechar esos fuertes vínculos con Iberoamérica, comunidad de casi 600 millones de personas, para potenciar su crecimiento económico a través del comercio exterior, tal y como el Reino Unido ha conseguido con la Commonwealth.

Ese mar que tranquilo le baña, y promete futuro esplendor a Chile ya no es solo un destello de ilusiones, sino una luz de oportunidades que lo posicionan como principal aliado comercial y un sólido trampolín que España puede y debe utilizar para que así pueda consolidarse como una de las economías europeas más activas en Iberoamérica y el Arco del Pacífico.

Las relaciones bilaterales gozan actualmente de una magnifica salud, aunque no siempre fue así. Por ello, hoy hay que brindar por la historia que los une, por el presente que les motiva y por el futuro que les depara.

Francisco Zamarriego

miércoles, 13 de julio de 2016

Sol, playa y fiestas

PROTEGER Y PROMOVER NUESTRAS FIESTAS SERVIRÍA PARA DAR
A CONOCER LA CULTURA, HISTORIA Y VALORES ESPAÑOLAS, ALGO
QUE TENDRÍA CONSECUENCIAS TANGIBLES E TANGIBLES

En plenas fiestas de San Fermín, es imposible no reconocer que este tipo de eventos son claves para el sector turístico de España. La base cultural y tradicional de estas festividades permiten no solo el disfrute de los habitantes locales, sino que atraen en masa a cientos de miles de visitantes extranjeros.

Precisamente, en Pamplona no es ningún secreto que el número de personas que vive en la capital navarra durante el año, se quintuplica durante la semana de San Fermín. La ciudad da cabida a un millón de personas durante una semana, procedentes de todo el mundo. La genial novela de Hemingway, ‘The Sun Also Rises’ (‘Fiesta’, en la edición española) fue el punto de partida para atraer a turistas angloparlantes. La emotividad y espectacularidad de los encierros, retransmitidos en televisión, se encargaron de hacer de los ‘sanfermines’ una de las fiestas más internacionales de todo el mundo. Además, la particularidad de los encierros, que comienzan a las 8 de la mañana, permite que la ciudad no duerma y haya entretenimiento a todas horas. El que mejor explica este fenómeno es el gran Leo Harlem quien nos cuenta a todos, en clave de humor, en qué consisten las fiestas nacionales.


Las fiestas de San Fermín son un ejemplo de lo que se puede conseguir a nivel turístico y cultural. El resto de ciudades del país deben, al menos, tratar de expandir sus horizontes y hacer que las fiestas se conozcan más allá de nuestras fronteras. Actualmente hay 59 fiestas en España declaradas de interés turístico internacional. 59 escaparates con fondo y tradición cultural perfectos para exportar la Marca España, promocionar nuestro producto turístico, y atraer a visitantes extranjeros. Mi compañero de gabinete Guillermo González comprenderá mejor que nadie la relevancia que pueden las fiestas para este sector clave de nuestra economía. San Fermín es quizás la más conocida en países como Estados Unidos o Japón, pero estoy convencido de que fiestas no tan conocidas internacionalmente pueden convertirse en los ‘sanfermines’ de sus respectivas regiones. La tomatina de Buñol, las fallas de Valencia, la feria de abril de Sevilla... Un país increíble.

Proteger y promover nuestras fiestas serviría para dar a conocer la cultura, historia y valores españolas, algo que no solo tendría consecuencias intangibles, sino, por supuesto, tangibles. El turismo, una de las bases de la economía española, se fortalecería aún más. Nuestro país es el primer destino turístico de la Unión Europea, por lo que nuestros activos turísticos pueden afianzarnos en esa primera posición. Tenemos los medios para ser ambiciosos en este sentido. España es un destino que personas de otros países eligen por el “sol y playa”, pero, ¿por qué no expandir ese concepto y decir “sol, playa y fiestas”? Todos saldríamos ganando.

Carlos Pérez

lunes, 11 de julio de 2016

¡Cierren filas legionarios!

EL CAMINO A SEGUIR POR EL GOBIERNO CENTRAL Y LOS
AUTONÓMICOS DEBERÍA SER EL DE APOSTAR REALMENTE POR
LAS PYMES Y SU ÉXITO, NO HACERLES MÁS BARATO SU FRACASO

En los tiempos de la Antigua Roma, existían numerosos oficios fuera de la clase patricia que podían permitir a cualquier ciudadano de a pie llevar una vida acomodada y apacible, pero sin duda el estilo de vida más icónico y prestigioso del Imperio era el de legionario romano. Estos soldados de élite pertenecientes al cuerpo de infantería de las temidas legiones eran ciudadanos de Roma que dedicaban 20 años de su vida a defender las fronteras o a aportar su granito de arena en las gloriosas conquistas. Durante estos años eran cuidados con mimo por los diferentes Imperator y al finalizar su servicio militar se les otorgaban numerosas tierras como sustento para vivir en paz y tranquilidad. Hay una razón muy sencilla para entender porqué los legionarios eran cuidados de esta manera. El Senado y, más adelante, los diferentes emperadores entendían y comprendían a la perfección que las legiones eran el pilar fundamental del Imperio y que sin ellos, todos sus privilegios, comodidades y poder desaparecerían. Hay un claro paralelismo que se podría extrapolar a nuestra España contemporánea. Nosotros también contamos con un pilar fundamental sobre el que se sustenta nuestra sociedad. Sin embargo, a diferencia de los sabios romanos, no lo estamos cuidando. Hablo de las PYMES como el motor de la economía española: constituyen el 99.98% del tejido empresarial, representan el 65% del PIB español y generan el 66% de sus puestos de trabajo.

A raíz de la eclosión de la crisis en España hemos visto como han proliferado términos como “emprendedor” o “start up”. Muchos ciudadanos, debido a la contracción del mercado laboral y a la necesidad de conseguir ingresos, decidieron poner todos los ahorros de su vida en juego para ver cumplido su sueño de crear su propio negocio, de ser el impulsor de la recuperación económica y una fuente de creación de empleo. Y esto se ve reflejado en su aportación al mercado laboral español.

Según los datos publicados en el informe de Junio de CEPYME (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), dos de cada tres empleos creados en el último año corresponden a puestos generados por pymes, lo que remarca la aportación fundamental del pequeño y mediano empresario en el avance, crecimiento y expansión de la economía. El problema deriva cuando sacamos a relucir unos datos escalofriantes en contraposición a la aportación de las pymes: El 70% no llega a los 5 años de vida y un 32% cierra sus puertas en su primer año. ¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo permitimos que nuestro motor tenga un índice tan alto de fracaso? ¿Cómo justificamos que los generadores de dos tercios del PIB estén tan desamparados?

Las legiones romanas eran el pilar fundamental del Imperio 
Porque, como a mí me gusta ponerlo, el emprendedor recibe lo negativo de ser empleado y de ser autónomo. Largas horas de trabajo combinado con el alto coste asociado a una pyme: impuesto de sociedades, IVA, seguridad social, costes asociados a la operación de la empresa y como nos descuidemos un impuesto sobre el oxígeno. Es cierto que con el ajuste contable introducido por el Sr. Montoro en su última reforma fiscal se permite a las pymes, mediante la reserva de capitalización, eximir de tributación hasta el 10% de sus beneficios, pero no considero que ese sea el camino.

El camino a seguir por el Gobierno Central y los Autonómicos debería ser el de realmente apostar por las pymes y su éxito, no hacerles más barato su fracaso. Y esto no debe de ser necesariamente mediante más financiación, ya que cuando en España el 41% de la inversión en I+D+i es pública, en países como Finlandia o Reino Unido este solo represente el 29%, modélicos en el cuidado de sus pymes. Es decir, la gran mayoría de la inversión proviene del sector privado y es ahí donde tenemos un gran margen de mejora. De ahí que el papel a desempeñar por el Gobierno debería de ser el de demostrar una confianza sólida y un apoyo institucional a todos los niveles a las pymes. La creación de un fondo de seguridad, con capital aportado por el Estado y un pequeño porcentaje por las pymes suscritas al fondo, destinado a compensar a aquellos inversores cuyas pymes no sean capaces de salir hacia delante sería un buen paso para aportar una tranquilidad, estabilidad y seguridad al capital privado necesario para potenciar e invertir a un nivel exponencialmente mayor. Pero claro, la pregunta final es: ¿De dónde sacaría beneficio el Estado con este tipo de medidas? Vaya, vaya… ¡Cierren filas legionarios!

Guillermo González

viernes, 8 de julio de 2016

El Canal de Panamá II – La fuerza de dos Océanos: Panamá y España

SERÁ UN RETO OBTENER RENTABILIDAD ECONÓMICA DE UN PROYECTO TAN AMBICIOSO
COMO COMPLEJO. LAS EMPRESAS INVOLUCRADAS DEBERÁN APOYARSE EN LOS INTAN-
GIBLES Y, CONCRETAMENTE SACYR, ENSALZAR EL NOMBRE DE LA MARCA ESPAÑA

El desarrollo del proyecto de ampliación del Canal de Panamá se ha visto empañado por dos asuntos que implican al Gobierno de Panamá, al Gobierno de España y, en este caso, a Sacyr como líder del consorcio encargado del diseño y construcción del tercer juego de esclusas. Por un lado, el proceso de adjudicación y por otro los retrasos y conflictos existentes entre cliente y contratista, dejando de lado un aspecto tan importante como el fallecimiento de siete trabajadores durante las obras de ampliación.

Nadie duda de la profesionalidad de cualquiera de las empresas constructoras españolas, solamente hay que observar la cantidad de proyectos internacionales que están llevando a cabo con contrastado éxito. Sin embargo, analizando en profundidad algunos acontecimientos y su cronología, se observa que el Gobierno de España retiró de la lista de paraísos fiscales a todos aquellos Estados con los que firma acuerdos de intercambio de información o convenios de doble imposición con la correspondiente cláusula de intercambio de información. Bajo la segunda de las opciones, en octubre de 2010 y tras la negociación de las obras de ampliación, Panamá salió de la lista de paraísos fiscales reconocidos por el Gobierno español con la firma del, en el aquel momento, Presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Según apuntaban algunos medios, “el Gobierno de Panamá aplicaba entonces una política de reciprocidad y consideraba paraíso fiscal al Estado que le calificara de lo mismo. Si las empresas españolas tenían sede en un paraíso fiscal a ojos panameños, no podían competir en sus concursos de adjudicación de obras públicas”.

También ayudaron a ganar el proyecto el competitivo precio de la oferta y el hecho de que la oferta española ofrecía una solución que permitía ahorrar agua dulce, problema relacionado con el control del nivel de salinidad del Lago Gatún, que hoy en día abastece de agua a más de 2 millones de personas.

Más allá de los aspectos técnicos de la obra de ampliación, los últimos nueve años han supuesto un reto para el consorcio de empresas, GUPC (Grupo Unidos por el Canal), liderado por Sacyr y que completan la italiana Salini Impreglio, la belga Jan de Nul y la panameña Cusa.

Algunas complicaciones tienen que ver con el retraso en la entrega de las obras y con el sobrecoste. El cliente, la ACP (Autoridad del Canal de Panamá), afirma que hasta la fecha han invertido 5.450 millones de dólares, habiendo presupuestado inicialmente unos 3.200 millones (cifra considerablemente inferior al coste estipulado por los demás competidores en la puja).

Según datos oficiales, la ampliación ha sido costeada completamente por la ACP con los flujos de caja procedentes de su actividad y con una financiación parcial de aproximadamente 2.300 millones de dólares procedentes de cinco agencias multilaterales, pactado a 20 años y con 10 años de gracia.

La ampliación ha sido un trabajo de alta ingeniería que, además, ha enfrentado problemas menos técnicos como las huelgas de trabajadores en enero y abril de 2012, en las que exigían nóminas pendientes por parte de GUPC.

Fuente: El Mundo obtenida de Sacyr.
En 2014, GUPC paró la obra para reclamar pagos compensatorios y diferencias varias entre cliente y contratista (en torno a 1.600 millones en aquel momento), sobrecostes totales que hoy se cuantifican en unos 3.200 millones. Difícilmente sabremos la cifra exacta que se obtendrá hasta que se resuelva el conflicto. Ya existen antecedentes de fallos de tribunales a favor del consorcio, a través de los cuales se ha conseguido recuperar hasta el 52% de la cantidad demandada en algunos casos.

Además, otro efecto a tener en cuenta es que, de acuerdo con la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP), de 2007 a 2015, el país ha tenido un crecimiento acumulado del salario mínimo superior al 60%, llegando a ser el más alto de América Latina. Efecto no desdeñable cuando, según datos oficiales de Sacyr, hasta 35.000 panameños han trabajado en las obras de ampliación. Por todo ello, aunque el proyecto haya terminado, comienza ahora el verdadero reto de Sacyr, obtener rentabilidad de la obra.

Buscando otro punto positivo, Panamá cuenta con un plan de inversiones de 19.000 millones en infraestructuras en los próximos 5 años, por tanto, las empresas españolas interesadas deberán estar atentas y aprovechar la experiencia. Toca prestar atención a las palabras de Juan Carlos Valera, Presidente de Panamá, quien afirmó que:
“Esperamos que las empresas que participaron en la ampliación participen en más obras en Panamá”

Juan Abascal Alonso

miércoles, 6 de julio de 2016

Técnica legislativa: Recuperando el sentido común

HAY QUE HACER UN ESFUERZO PARA EVITAR EL DESCENSO EN LA CALIDAD DE
LAS LEYES Y SU UTILIZACIÓN COMO INSTRUMENTOS DE INGENIERÍA SOCIAL

La técnica legislativa de los últimos tiempos deja bastante que desear. La sociedad española es víctima de textos que en ocasiones son excesivamente extensos, farragosos, reiterativos y poco claros; redacciones que se modifican antes de entrar en vigor; apartados añadidos para ser de nuevo suprimidos tiempo después. ¿Tiene esto algún sentido?

Esta situación debería provocar sonrojo en un país en el que, como se pudo comprobar en el siglo XX, el Estado de Derecho precedió al Estado democrático. Son muchas las leyes que, por su calidad técnica y por ser suficientemente garantistas para el ciudadano, superaron holgadamente el listón puesto por la Constitución de 1978 y permanecieron vigentes tiempo después.

Me estoy refiriendo a normas como la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1956 o la Ley sobre Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957, sin olvidarme de la Ley deExpropiación Forzosa de 1954, que sigue vigente en 2016 en una materia tan delicada como es la privación de la propiedad privada.

La Ley de suspensión de pagos de 1922 estuvo vigente hasta 2004. La vigente Ley22/2003, Concursal, ha sido modificada hasta en veintinueve ocasiones. Los hechos hablan por sí solos. Desde el Ministerio de Justicia no queremos pecar de simplistas, somos conscientes del aumento de la complejidad de los negocios y del aumento del tráfico mercantil. Pero el ciudadano se merece un marco jurídico claro, especialmente cuando llegan momentos difíciles, como en el caso de un concurso de acreedores. Trabajaremos para ello con todo nuestro esfuerzo.

Para concluir, me gustaría hacer un apunte sobre la naturaleza la ley. Señalaba Tomás de Aquino que la Ley es la “ordenación de la razón, dirigida al bien común y promulgada solemnemente por aquél que tiene el cuidado de la comunidad.” Las leyes deben ser justas, sencillas, breves en la medida de lo posible y asépticas. Esta última idea es fundamental, y es uno de los puntos débiles de nuestros textos legislativos contemporáneos.

No se debe permitir que la Ley se convierta en un instrumento de ingeniería social para avanzar agendas partidistas. Se trata simplemente de buscar el bien común, no de contentar a lobistas y amigos. El Estado debe ser un mero árbitro que establezca las reglas de juego y se encargue de su estricto cumplimiento. Las grandilocuentes declaraciones de principios filosóficos, políticos, económicos, sociales y de comportamiento pertenecen a las estanterías de las librerías, no a los textos que salen del Parlamento.

“El Estado debe ser un mero árbitro que establezca las reglas de juego y se encargue de su estricto cumplimiento”
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La Ley Orgánica2/2006, de Educación, modificada con polémica por la Ley Orgánica 8/2013, para la mejora de la calidad educativa (la famosa “LOMCE”), es un buen ejemplo de este problema. Esta Ley Orgánica 2/2006 contiene en su artículo 1 declaraciones tan rimbombantes como que el sistema educativo español se inspira en principios como “La concepción de la educación como un aprendizaje permanente, que se desarrolla a lo largo de toda la vida o El reconocimiento del papel que corresponde a los padres, madres y tutores legales como primeros responsables de la educación de sus hijos”.

Son frases muy bonitas, pero vacías de contenido: el aprendizaje será permanente en la medida en que así lo desee la persona que aprende; y sí, estoy de acuerdo en que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, pero no porque lo diga una ley. Finalmente, nótese la mención expresa a “las madres” en el precepto legal, como si alguna madre con un mínimo de cultura se sintiese excluida de la responsabilidad educativa al leer “los padres”: todo un triunfo de la agenda feminista-progresista. El virus de la ideología de género avanza silencioso pero con paso decidido, y se hace necesario detener este avance antes de que sea demasiado tarde: con la naturaleza humana no se debe jugar.

Muchas de estas declaraciones de principios contienen ideas que pueden hacer avanzar a una sociedad en la buena dirección, de eso no hay duda. Sin embargo, la mejor manera de conseguir ese avance es simplificar el marco legal en el que se mueven las personas, respetando el principio de subsidiariedad, y hacer leyes de calidad que permitan la realización efectiva de los principios enunciados. Nos pondremos manos a la obra.

Amadeo Lora

lunes, 4 de julio de 2016

¡No es la economía, estúpido!

SI CONSTRUIMOS EUROPA SOBRE LO ECONÓMICO, SE DERRUMBARÁ

Ando leyendo estos días uno de esos libros que te cambian un poco la vida: El mundo de ayer, de Stefan Zweig. Estoy seguro de que muchos lectores de El Ala Oeste de la Moncloa lo han leído. Para quien no lo haya hecho aún: pocas opciones mejores se me ocurren como lectura de verano. ¿De qué va la obra? Es una autobiografía en la que el genial escritor alemán (¡qué descubrimiento!) nos habla de un mundo –el suyo: la Europa del siglo XX– que, en apenas treinta años, se desintegró por completo.

Una de las partes del libro que más me ha impactado es el capítulo en el que Zweig describe el ambiente que se respiraba en Austria, su país natal, pocos días antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. La situación era: el archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona del Imperio austrohúngaro, acababa de ser asesinado junto con su esposa en Sarajevo. No se trataba, desde luego, de una simple anécdota: ¡habían asesinado al futuro rey de una de las naciones más importantes de Europa! Por eso el testimonio de Zweig es tan impactante:

“Ni los bancos ni las empresas ni los particulares cambiaron sus planes. ¿Qué nos importaba aquella eterna disputa con los serbios que, como todos sabíamos, en el fondo había surgido a causa de unos simples tratados comerciales referentes a la exportación de cerdos serbios? Yo había preparado las maletas para mi viaje a Bélgica, a casa de Verhaeren, y tenía mi trabajo bien encaminado: ¿qué tenía que ver el archiduque muerto y enterrado con mi vida? Era un verano espléndido como nunca y prometía serlo todavía más; todos mirábamos el mundo sin inquietud. Recuerdo que en mi último día de estancia en Baden paseé con un amigo por los viñedos y un viejo viñador nos dijo:
-No hemos tenido un verano parecido desde hacía mucho tiempo. Si sigue así, tendremos una cosecha nunca vista. ¡La gente recordará este verano!
Aquel viejo con delantal blanco de tonelero no sabía qué verdad tan terrible encerraban sus palabras”[1].

No se me asusten: no voy a profetizar el estallido de la Tercera Guerra Mundial. Pero el relato de Zweig me sirve para reflexionar sobre un tema que ya traté en mi último post y que hoy, con su permiso, quiero retomar: la paz.

La paz, hoy en día, es algo que damos por hecho. A nadie se le pasa por la cabeza que, en pleno siglo XXI, la paz sea algo de lo que preocuparse. Y creo firmemente que, al pensar así, nos equivocamos. La paz no es fruto del progreso (o según qué progreso, ya me entienden…): la paz es fruto de la justicia. Y la justicia es algo por lo que siempre hay que luchar: día a día, minuto a minuto, cada uno a su nivel, en sus peculiares circunstancias. Un magistrado al que escuché pronunciar una conferencia hace poco no lo pudo expresar mejor: “la justicia no es un estado, sino un camino”. Jamás llegará el día en el que la justicia (y, por tanto, la paz) esté garantizada al 100%.

Ante semejante panorama, más de uno podría desanimarse… A muchos les ha pasado. Aún recuerdo el mal cuerpo que me dejaron las palabras –tan escépticas y vacías de esperanza– de Albert Camus en El mito de Sísifo:

“La certidumbre de un Dios que diera su sentido a la vida supera mucho en atractivo al poder inmune de hacer el mal. La elección no sería difícil. Pero no hay elección y entonces comienza la amargura”[2].  
Yo no coincido con Camus: el hombre es demasiado grande como para considerarlo absurdo. La lucha por la justicia –la lucha por la paz– sí tiene sentido. Aunque es una lucha en la que, al menos en esta vida, nunca nos daremos por satisfechos del todo. Por eso el hombre de hoy necesita, más que nunca, abrirse a la trascendencia. En una palabra: el hombre debe darse cuenta de su grandeza. Y para eso, querida Europa, hay que dejar de entender al hombre como homo œconomicus.

Cada vez lo veo más claro: los europeos de hoy pensamos que la paz está basada, única y exclusivamente, en el orden económico. Somos como aquellos austriacos de los que nos habla Zweig, que, en su ingenua inocencia, pensaban que el conflicto entre Austria y Serbia se reducía a unos simples tratados comerciales sobre la exportación de cerdos.  

La paz es una empresa demasiado grande como para abordarla desde una concepción del hombre tan corta de miras o –perdón por la expresión– tan ridícula. ¡Nuestras aspiraciones van mucho más allá de lo económico! Si construimos Europa sobre lo económico, se derrumbará. Si el hombre se redujese a simple economía, Brexit nunca habría sucedido. Qué actual es el reto que nos planteó aquel admirable santo polaco hace más de 20 años: “te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: ¡vuelve a encontrarte, sé tú misma!”.

En fin, no quiero alargarme más… Terminaré con unas palabras de un grandísimo –y, lamentablemente, poco conocido– pensador europeo (italiano, para más señas): Giuseppe Capograssi. Allá van:

“Es necesario tener la locura o la necedad de estar persuadidos de que cada uno de nosotros puede y por tanto debe transformar el mundo (…). La vieja Europa, en esa parte donquijotesca de ella, que constituye verdaderamente su grandeza, no ha sido sino esta locura (…). Mantengámonos fieles a esta locura”[3].
Yago Fernández




[1] Zweig, Stefan, El mundo de ayer, Acantilado, Barcelona, 2008.
[2] Camus, Albert, El mito de Sísifo, Alianza Editorial, Madrid, 1996.
[3] Llano, Ana, Giuseppe Capograssi: Del nihilismo a la esperanza. Un camino a recorrer hoy, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 43, 2009. 

viernes, 1 de julio de 2016

A vueltas con el IVA

ES HORA DE BAJAR EL IVA E INCENTIVAR EL CONSUMO.
SOBRECARGARLO DE COSTES ES MATAR LA RECUPERACIÓN

El IVA es el principal impuesto indirecto en España. Los impuestos indirectos gravan la demostración de riqueza. Esto quiere decir que, en este impuesto, el Estado no recauda en base a los ingresos (como el IRPF o el IS) o en base al patrimonio, sino que el hecho imponible ocurre al adquirir algún bien o servicio, al consumir. Los que deben soportar el impuesto son los consumidores finales, aunque las encargadas de su liquidación serán las empresas que ejercen de intermediarias en el proceso.

El IVA tiene tres tipos: el tipo normal, el reducido, y el superreducido. Los dos últimos sólo se pueden aplicar a determinados bienes y prestaciones de servicios, pero el Gobierno tiene una potestad amplia a la hora de fijar la cuota de cada tipo. La Unión Europea pone unos mínimos del 15% para el tipo normal y del 5% para el tipo reducido, siendo el tipo superreducido una especialidad de España.

El tipo general del IVA ha subido de manera constante desde su introducción en España en 1986. Comenzando en un 12%, en 2010 se produjo la primera subida en 14 años, pasando al 18%. En 2012 este porcentaje volvió a aumentar hasta el 21%. Es decir, en un espacio de poco más de dos años se aumentó el IVA en un 5% en su tipo general y un 2% en su tipo reducido (hasta el 10%). Estas subidas fueron causadas por la caída de la recaudación consecuencia de la crisis económica.
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Recaudación del IVA según la base de datos del Ministerio
¿Cómo afectaron estas subidas a la recaudación del impuesto? En 2010, ante una subida del 2% del tipo general, aumentó en 16.000 millones, pero en 2012 ante una subida mayor (3%) apenas aumentó en 1.500 millones. La subida entre 2011 y 2012 ya había sido de 1.100 millones, por lo que apenas tuvo efecto más allá del crecimiento interanual. Con la recuperación del PIB la recaudación ha aumentado, pero ya nos situamos en niveles de recaudación superiores a los anteriores a la crisis, y a pesar de ello los tipos no se han reducido. El PIB de 2015 está en un nivel similar al de 2007, y sin embargo la recaudación del IVA ha crecido en casi 4.500 millones de euros.
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Sobrecargar de costes el consumo es matar la recuperación
¿Qué efecto tiene mantener tipos altos del IVA? El IVA encarece los precios del consumo. Un bien o servicio sujeto al régimen general ve aumentado su precio en un 21%. Esto tiene tres posibles consecuencias: que los ciudadanos paguen más por consumir (disminuyendo su renta disponible para otros bienes o servicios), que las empresas abaraten sus productos para mantener el precio final para el consumidor (disminuyendo su margen de beneficios y empeorando el resultado de la compañía), o una combinación de ambas, en que la empresa no traslade toda la carga del IVA a los ciudadanos, sólo una parte ella.

Una bajada del IVA al 18% (nivel que ya proporcionaba una amplia recaudación en consonancia con el PIB español) podría producir un efecto muy positivo sobre el consumo, especialmente en un momento de incertidumbre con la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Es injustificable mantener una presión fiscal elevada cuando el país está en plena recuperación. En estos momentos lo que el Gobierno debe hacer es relajar la presión fiscal y fomentar la creación de riqueza, y para ello debe fomentar el consumo. El incumplimiento del déficit no puede servir de excusa para no rebajar el tipo, cuando el efecto de la subida al 21% apenas ha supuesto un aumento de la recaudación.

La recuperación de un país comienza por las empresas privadas, y para que estas funcionen es necesario que se consuman sus bienes y servicios. Sobrecargar de costes el consumo es matar la recuperación, y por ello el Gobierno debe tener especial sensibilidad en este tema, fomentando el intercambio de bienes y servicios sin poner trabas al consumo.

Gonzalo Aguilar